jueves, 28 de noviembre de 2019

Lo «normal» no es lo mejor



FUENTE: INTERNET

Hace unas semanas estaba escuchando música, mientras lavaba los platos de la cocina. Se trataba de un nuevo álbum que no había escuchado antes y entretanto escuchaba una frase llamó mi atención. Era una linda canción sobre una pareja que se conocía, se enamoraba y comenzaba a salir. La siguiente parte de la canción parecía ser muy normal, solo un evento natural: una noche antes de irse a dormir, el chico se arrodilla y le dice a la chica que se case con él. Ese era el comienzo de su historia feliz por siempre. Qué canción tan dulce y romántica, ¿no crees?
¿Pero te diste cuenta de lo que pasó? Le propuso matrimonio. Se arrodilló sobre su pierna. Una noche antes de irse a dormir. Hmm... Algo no está bien. ¿Por qué se van a acostar y a comprometerse la misma noche? ¿Qué pasó con lo de «el matrimonio viene primero»? Esta canción lo expresó de una manera simple, pero sacó a la luz una verdad incómoda. Esta es la cultura en la que vivimos. Esta es la «dulce historia de amor» que nuestra cultura está adoptando, pero que está muy lejos de lo que Dios quiere para sus hijos.
Dios usó la letra de esta canción para recordarme que si elijo seguir a Jesús con todo el corazón, voy a ser rara. Los valores que enseña la Biblia no son populares, incluyendo este: «Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios» Hebreos 13:4.
FUENTE: INTERNET
Las Escrituras no solo nos pide que guardemos nuestros cuerpos hasta el matrimonio, sino también nuestros corazones. Dios quiere que sigamos a nuestro Salvador, en vez de «seguir nuestros corazones» y ser dominadas por nuestras emociones. 
En nuestra cultura, es normal que tengas relaciones sexuales con tu novio y que dejes que un chico te toque o te hable como solo un esposo debería hacerlo. Se espera que tengas experiencias sexuales antes de comprometerte con el matrimonio para siempre; pero Jesús nos llama a hacer algo más grande, nos llama a una vida santa, a una vida que no terminará con vacío e insatisfacción.
Hace poco descubrí a un hombre interesante en la Biblia llamado Demas. Él era amigo de Pablo y le acompañó un tiempo en sus viajes misioneros. Sin embargo, algo triste pasó. En 2 de Timoteo 4:10, mientras Pablo entrega el reporte a la iglesia, dice: «pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica». No conozco la historia de Demas, pero lo que sí sabemos es que creyó las mentiras y sentimientos huecos de su cultura.
Quizás Demas pensó que vivir de una manera diferente requería mucho esfuerzo o tal vez se cansó de ser «raro». Lo que es cierto, es que de alguna manera, Demas se enamoró del mundo. Y el problema de enamorarse del mundo es que en el momento que caes, la red que había debajo tuyo desaparece y quedas colgando. Así, las promesas de satisfacción y felicidad que van en contra de la ley de Cristo, al final, fracasan.
Así que, ¿cómo podemos vivir de manera diferente? ¿Cómo evitamos caer en lo «normal»? Tengo tres ideas.
  1. ¡Entiende lo que crees!

Es fácil enredarse en las cosas que todos hacen a nuestro alrededor y olvidar por qué creemos lo que creemos. ¿Cuáles son tus principios cuando se trata de modestia, música o películas? Pregúntate por qué. ¿Es porque «es lo que siempre hemos hecho»? Cuando no tenemos razones firmes y fundamentadas en la Biblia para lo que creemos, caer en los caminos del mundo puede ser extremadamente fácil. 
  1. Permanece en la Palabra de Dios

Cuando tenemos constantemente la verdad frente a nosotras, las mentiras del mundo no pueden entrar a nuestro corazón tan fácilmente. Es como poner un guardia en la puerta de nuestros corazones como protección contra las falsas creencias. Cuando estamos en comunicación diaria con nuestro Creador, podemos entender mejor su plan original para nuestras vidas, que está muy lejos de lo que el mundo piensa. 
Ora así y luego abre tu Biblia:
«Enséñame, oh Señor, el camino de tus estatutos, y los guardaré hasta el fin. Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón. Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ellas me deleito. Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta» Sal. 119: 33-36.
  1. Rodéate de personas que piensen como tú

«Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» (Ecl. 4:9-10).
Es importante que nos rodeemos de personas que siguen a Jesús, que viven de acuerdo al supremo llamamiento de la Biblia y no se guían por los caprichos mundanos, fluctuantes y emocionales. 
No debemos conformarnos. La muerte y la resurrección de Jesús nos dan una razón superior para vivir, una mucho más valiosa que sentimientos fugaces y esperanzas sin sentido. Podemos entregarnos completamente en servicio desinteresado y amor porque sabemos dónde está nuestra realización y de donde viene nuestra felicidad: de la Fuente que nunca se seca.

Fuiste creada para
verdadera intimidad



FUENTE: PAMELA LÓPEZ
Testimonio: Andrea Guerrero
Faltaban menos de tres semanas para el día de mi boda. Me era difícil esperar para finalmente casarme con el hombre a quien ya le había prometido mi vida y mi amor. Mis anhelos por el matrimonio, la intimidad y un compañero para toda la vida finalmente se habían vuelto realidad. Mientras los días se acercaban, mi amor por Zack crecía más profundamente. Anhelaba el momento en el cual sería verdaderamente suya. Anhelaba compartir todo lo mío con todo lo de él. No podía esperar para, finalmente, convertirnos en uno.
Ya sea que estés soltera o casada, probablemente has sentido ese mismo deseo profundo por compañía, unidad e intimidad. A lo mejor has sentido ese anhelo interior de ser completamente conocida, apreciada y profundamente amada por alguien más. Desde el momento en el que tus deseos sexuales se despertaron, quizá también has sentido un deseo intenso de plenitud y satisfacción sexual.
¿Qué pasaría si te dijera que tus deseos y anhelos sexuales en realidad tienen un inmenso significado espiritual? ¿Qué pasaría si te dijera que tu impulso sexual en realidad fue diseñado para guiarte hacia una relación espiritual más profunda? Quizá me mirarías como si estuviera loca, ¿verdad? Bueno, aunque suene así de loco (y estoy de acuerdo contigo en eso), esa es la realidad. 
Dios tenía un plan increíble y un propósito en mente cuando creó tu diseño sexual. Desde los primeros humanos (Adán y Eva) hasta ahora, la sexualidad no ha sido un acto de creación al azar. Fue una parte intencional e integral de la misión más grande de Dios. Todo lo que tiene que ver con tu diseño sexual (desde tu impulso sexual, anhelos internos, deseo por intimidad e inclinación hacia el matrimonio) te fueron dados por Dios para finalmente guiarte hacia Él.
La sexualidad fue diseñada para ser una metáfora terrenal de una realidad espiritual más grande.
Cuando Dios creó al primer hombre y a la primera mujer en Génesis 1 y 2, Él los creó como seres sexuales y los puso en una relación el uno con el otro. Luego, Él santificó su relación al unirlos como marido y mujer, comprometiéndolos de por vida en el pacto matrimonial. Esta sagrada relación no era una relación ordinaria, sino que fue diseñada para ser una unión permanente, una unión para toda la vida. Un pacto fue diseñado para ser más fuerte que un contrato o un acuerdo. Es una palabra poderosa que en esencia significa «una promesa que no puede ser rota.»
El matrimonio fue diseñado por Dios para ser una imagen terrenal de cómo debe lucir una promesa de amor permanente e inquebrantable. Después que el pacto fue establecido, Dios entonces (y sólo entonces) bendijo el primer matrimonio poniendo el íntimo acto sexual dentro de esta relación sagrada (Génesis 2:24-25). Dentro del pacto matrimonial, al esposo y a la esposa les fue dado, entonces, el acto más íntimo físicamente para disfrutarse mutuamente como una celebración de su unión de por vida.
Pero no sólo se quedó allí.
Como ya vimos, el matrimonio y el sexo fueron diseñados por Dios como representaciones físicas del increíble amor y compromiso que Él tiene por sus hijos.
Si miras con atención las Escrituras, podrás ver cómo esta bella imagen comienza a desarrollarse. Dios no es como cualquier otro dios, es el Dios que ama a su pueblo celosamente y permanentemente. Él es el Dios que hace promesas de pacto hacia su propio pueblo. Desde los tiempos de Noé, Abraham, Moisés y David, Dios hizo promesas de pacto a cada uno de estos hombres y a sus descendientes.
Él prometió amarlos sin importar lo que pasara.
Sin embargo, estas relaciones de pacto del Antiguo Testamento eran solamente figuras que apuntaban hacia la mayor promesa de pacto que vendría a través de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Dios ama a sus hijos de tal manera que Él envió a su Hijo a morir en nuestro lugar y nos ofrece una relación de pacto con Él, si aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal. Él nos ama tanto que está dispuesto a entrar en una relación permanente y eterna con nosotros que nunca podrá ser cortada.
Dios creó el matrimonio para ser una imagen terrenal del pacto de amor que Él tiene por sus hijos; pero eso no es todo. Falta lo más increíble. La intimidad sexual fue creada dentro del pacto para enseñarnos sobre la relación íntima y personal que Dios quiere tener con cada uno de sus hijos. Él no es un gobernante distante cuyo primer deseo es poder y lealtad. Él es un Dios íntimo que quiere conocer y amar a sus hijos como un Padre.
«Dios usa una palabra específica en el idioma hebreo en toda la Biblia para ayudarnos a entender su amor íntimo por nosotros. La palabra es yada. En hebreo, la palabra yada literalmente significa ‘conocer profundamente o íntimamente’. ‘La palabra yada aparece en el Antiguo Testamento más de 940 veces… y es usada frecuentemente para describir intimidad con Dios (la suya con nosotros y la nuestra con Él)’. Dios intencionalmente usa la palabra yada para ayudarnos a ver que Él desea un estado de conocimiento íntimo con nosotros. Él no quiere una relación casual o a nivel superficial. Esa no es la razón por las que nos creó. Él quiere yada con nosotros y que nosotros yada con Él. Dios nos creó para este propósito: conocerle y tener una relación profunda y satisfactoria con Él». 
Aquí está lo más extraordinario: la misma palabra hebrea, yada, que es usada para describir el profundo amor de Dios por su pueblo, es también la misma palabra hebrea que es utilizada para describir el acto sexual físico entre marido y mujer. Échale un vistazo a esto:
«Y el hombre conoció [yada] a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón con la ayuda del Señor». Gn. 4:1
«Y conoció [yada] Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc (…)». Gn. 4:17a.
El sexo es el acto más íntimo que cualquier ser humano puede compartir. Es por eso que Dios decidió intencionalmente describir el sexo dentro del matrimonio como yada; es decir, ser profundamente conocido. La misma palabra hebrea es intencionalmente usada por Dios para describir el mismo nivel de intimidad que Él desea tener con sus hijos. El sexo es una metáfora terrenal del amor íntimo de Dios. Mira estos versículos:
«Sabed [yada] que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado». Sal. 100:3
«Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido [yada] (...). Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe [yada] muy bien». Sal. 129:1,13,14
Así como un esposo y una esposa fueron creados para amarse y conocerse mutuamente al nivel más profundo posible, Dios nos ama con ese mismo poderoso amor. Él quiere conocernos. Quiere que le conozcamos. De hecho, nos diseñó para ser completamente conocidos y amados por Él. Dios nos creó para que encontráramos la máxima satisfacción en una relación de pacto con Él mismo.
Aunque el matrimonio y el sexo son increíbles, estas metáforas físicas no son lo principal. Fueron creadas por Dios para darnos una imagen terrenal de cómo luce su amor poderoso e íntimo hacia nosotros. El matrimonio y el sexo nunca tuvieron como principal propósito satisfacernos. Fueron diseñados para apuntarnos hacia arriba, hacia el Único que puede satisfacer nuestras almas completamente. En lugar de atascarnos en estas metáforas terrenales, necesitamos mirar más allá de estos dones físicos y permitirles que nos apunten hacia el Dios que los creó.
Chica, fuiste creada para una verdadera intimidad. Ya sea que estés soltera o casada, tus deseos sexuales no fueron creados para ser la verdadera fuente de realización en tu vida. Tus deseos sexuales fueron diseñados para dirigirte hacia la única relación que verdaderamente satisface tu alma. Tú fuiste creada por un Dios increíble que te ama y quiere estar en una relación íntima de pacto contigo. Él quiere conocerte (yada) y amarte de la manera más profunda y plena que ningún ser humano alcanzaría a demostrar.
Su amor de pacto es lo que nuestras almas verdaderamente necesitan.
Mientras hoy experimentas anhelos y deseos sexuales en tu vida, oro para que estos te recuerden que fuiste hecha para algo más grande, para Alguien más grande. Que tus anhelos sexuales sean un recordatorio constante que no fuiste creada para estar sola, sino para encontrar satisfacción en una relación íntima con el Dios que te creó.
Solo cuando tu alma encuentra reposo en el amor de tu Salvador, serás capaz de disfrutar y apreciar los regalos terrenales del matrimonio y del sexo como Dios lo diseñó. Solo entonces, estas maravillosas bendiciones físicas se convertirán en una celebración genuina para lo cual Dios las creó.
¡Me encantaría escuchar de ustedes, acá abajo!
  • ¿Cómo la palabra yada cambió tu perspectiva del sexo y de Dios? 

La necesidad de un credo:
reflexiones sobre credos,
confesiones y manifiestos



fuente: internet
Todo el mundo tiene un credo. Aun aquellos que dicen que no creen en credos tienen uno. Su credo es: «¡Yo no creo en credos!»; pero, ¿qué es exactamente un credo? Es simplemente una declaración de una creencia. Esta palabra viene del latín y significa «creer». Por lo tanto, si tienes la capacidad de creer en algo, entonces, tienes un credo, aun si es uno no verbalizado. 
A través de la historia, individuos y grupos han puesto por escrito sus credos. Algunos de ellos han sido llamados comúnmente Declaraciones, Resoluciones, Veredictos, Declaraciones de Fe, Declaración de Misiones, Declaración Doctrinal, Confesiones (que proviene del latín confessus; es decir: reconocer) o Manifiestos (del latín manifestus que quiere decir: claro, evidente, manifiesto). Todos ellos son en esencia credos. Los credos escritos han jugado un papel vital e innegable en la historia, la política, la filosofía, la cultura y, también, en la iglesia. 
Los Estados Unidos de América fue fundada sobre un credo que se conoce como la Declaración de Independencia: «Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad (...)». La aristocracia francesa fue derrocada como resultado de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un credo que fue publicado durante la Revolución Francesa. Por su parte, Carlos Marx y Federico Engels colaboraron juntos en el credo que cambió el panorama político por generaciones: el Manifiesto Comunista. Por otro lado, el Manifiesto Humanista I es un credo de quince puntos escrito en 1933 y publicado con treinta y cuatro signatarios. Esto llevó a que en 1973 fuera publicado el Manifiesto Humanista II , el cual incluye líneas como «ninguna deidad nos salvará; debemos salvarnos nosotros mismos»y «somos responsables por lo que somos o por lo que seremos». El Manifiesto Humanista II fue publicado con pocas firmas, pero entonces decidieron salir a la búsqueda de miles de firmas más. A lo largo del tiempo, estos principios han sido asimilados en masa llegando a convertirse en la visión dominante del mundo actual. 
De la misma forma en que los credos políticos y filosóficos han influenciado profundamente el curso de la historia secular, los credos cristianos también han afectado profundamente la historia de la iglesia. Es importante notar que contrario a los credos seculares, los credos que ha producido la Iglesia Cristiana son declaraciones de fe que buscan de una manera acertada reflejar y resumir lo que las Escrituras enseñan. No son considerados como adiciones o reemplazo de las Escrituras. Por el contrario, estos documentos están considerados cuidadosamente para dar respuesta a diversos problemas, herejías y situaciones históricas que han retado a la Iglesia y a la sana doctrina a través de los siglos. En general, destacan y se oponen a aquellos errores que los compiladores del credo creen que son los más peligrosos para la sana doctrina en ese momento particular de la historia.
El Credo de los Apóstoles fue escrito entre el primer y segundo siglo, enfatiza la completa humanidad de Jesús. Este fue una respuesta al movimiento gnóstico de ese tiempo, que enseñaba que el mundo físico era malo y que Cristo no tenía en realidad naturaleza humana. Por otro lado, el Credo de Nicea, escrito en el siglo cuarto, afirma de manera enfática la deidad de Cristo. Este iba dirigido en contra de los seguidores del arrianismo, un grupo de personas en la iglesia que proponía que Cristo no era completamente Dios. Las 95 Tesis de Martín Lutero fue un credo que se contraponía a la práctica de las indulgencias y se convirtió en el catalizador de la Reforma Protestante en la época de 1500. Las 95 Tesis preceden otros credos tales como la Confesión de Augsburgo, el Catecismo de Heidelberg, los Cánones del Sínodo de Dort, y después, la Confesión Bautista de Londres y la Confesión de Fe de Westminster. Finalmente, la Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica fue un credo firmado por cientos de académicos bíblicos y líderes en el 1978, que presenta defensa contra la tendencia hacia las concepciones liberales y neo ortodoxas de la Escritura.


La historia demuestra que los credos son verdaderamente importantes. Son documentos que retan a las personas a cambiar, a contrarrestar o a corregir tendencias actuales de pensamiento, o al menos, a reconsiderarla. Los credos clarifican las creencias. Los credos marcan el rumbo. Los credos crean movimientos. Los credos son las señales en un cruce. Ellos hacen que los viajeros escojan y se comprometan a tomar un rumbo o el otro. Esta decisión determina si el viajero y aquellos que lo siguen llegaran a su destino, o a uno diferente, a kilómetros de distancia del primero. 
A través de los años, desde su presentación en Chicago el 11 de octubre del 2008, más de 6.500 mujeres cristianas han firmado el Manifiesto de la Mujer Verdadera. Un credo que resume lo que las firmantes creen que la Biblia enseña sobre lo que significa ser una mujer creada a la imagen de Dios, viviendo para la gloria de Dios. Dados los efectos del movimiento feminista, el asalto cultural acerca de la sexualidad, la ideología de género y la deconstrucción sin precedentes del matrimonio y la familia, considero que se necesita dar una respuesta de forma cuidadosa y considerada a esta situación histórica. La presión sobre la iglesia de que debe acomodarse a la cosmovisión cultural sobre la masculinidad y la feminidad es enorme, porque las enseñanzas que la Biblia enseña sobre el género y la sexualidad se han vuelto extremadamente contra cultura. Así que, en y a través de Cristo, permanece nuestra única esperanza para descubrir nuestra verdadera identidad y propósito, encontrando sanidad y llenura, y viviendo de una manera digna con aquellos que fueron creados a la imagen y para la gloria de Dios. 







FUENTE: INTERNET

Arrancando las etiquetas
de nuestros corazones



Es hora de arrancar las etiquetas.

No, yo no estoy hablando de la etiqueta que te da picazón en la parte posterior de tu nuevas camiseta de la escuela. Estoy hablando de algo más profundo, las etiquetas que se adhieren en tu corazón.
Cuando la gente me mira, todo lo que ven es. . .
He cargado con una gran cantidad de etiquetas. Algunas de ellas han estado conmigo desde la infancia. Otras son nuevas incorporaciones.
  • Loca por los chicos
  • Gordita
  • Payasa
  • Perfecta (No es que los demás pensaban que yo era perfecta, pero eso no me impidió tratar de convencerlos.)
  • Hija del divorcio
  • Problemática
  • Ruidosa
Nuestro sello es lo que sea que nos hace pensar, Cuando la gente me mira, todo lo que ven es ____________. A veces la gente pega etiquetas en nosotros por las cosas que dicen y la forma en que nos tratan. A veces nos creamos nosotros mismos las etiquetas.
Las etiquetas no tienen que ser desagradables. Tal vez tu etiqueta es:
  • Atleta
  • Músico
  • Sobresaliente
Pero incluso si la gente piensa acerca de lo bueno, cuando te miran, nadie quiere que su identidad se reduzca a una sola cosa. Apuesto a que eres más que la estrella del equipo de baloncesto. ¿Qué pasa si tu promedio de 4.0 se cae, porque no entiendes la trigonometría? Entonces, ¿quién eres? Apuesto a que quieres que la gente vea más allá de tu larga lista de logros a tu corazón.
A veces las etiquetas son oscuras y dolorosas.
Nos recuerdan:
  • Un error.
  • Un patrón de un pecado crónico.
  • Una fractura en nuestra familia.
Y no importa cuánto nos esforcemos, no podemos pasar de la basura.
El problema con las etiquetas es que tendemos a creer en ellas. De hecho, nos obsesionamos sobre ellas. Finalmente cubren todo lo que realmente somos. Terminamos confundidas acerca de por qué tenemos valor y nos desesperamos por que la gente vea el verdadero nosotras. Pero Jesús está trabajando en la sustitución de nuestras etiquetas.

La mujer con la A en el pecho

Juan 8 cuenta la historia de una mujer que sabía mucho acerca de las etiquetas. Puedes leer la historia completa aquí pero te daré los puntos más destacados.
  • Jesús estaba enseñando en el templo.
  • Los líderes religiosos trajeron a una mujer que había sido sorprendida pecando.
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo le dijeron a Jesús: Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? (Juan 8:3-5)
  • Ella era culpable. Ella había sido sorprendida en el acto de dormir con un hombre que no era su marido.
  • Luego fue arrastrada en frente de una multitud para un juicio improvisado.
  • La multitud quería darle la pena de muerte.
  • Aquí están las preguntas que el texto no responde.
  • ¿Cómo se llamaba?
  • ¿Estaba ella casada? ¿Tenía hijos?
  • ¿Cuáles eran sus talentos, dones, y sueños para su futuro?
Todo lo que sabemos de ella es su pecado. Cuando la gente la miraba, era todo lo que veían. Tal vez has oído hablar de la clásica historia La letra escarlata. La trama fue arrancada de esta historia, excepto que la mujer adúltera fue obligada a llevar una letra A gigante en su camisa, como castigo por su pecado. Apuesto a que muchos de ustedes saben lo que es eso.
  • Cometiste un error.
  • No te ves como todo el mundo.
  • Tu personalidad es peculiar.
  • Odias tu cuerpo.
  • Alguien te llamaba con un nombre, y se pegó.
Sea lo que sea, puede ser que también lleves un signo de ello grapado en el pecho porque estás segura de que son todas las personas que lo ven cuando te miran. Pero la Palabra de Dios nos recuerda quienes somos realmente. Jesús puede arrancar las etiquetas que tienes si se lo permites.
¿Quién eres tú, realmente?
Jesús dispersó la multitud enojada que rodeaba a la mujer adúltera, señalando su propio pecado. Y luego hizo algo extraño.
Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en la tierra (v. 6).
Y una vez más se inclinó y escribió en la tierra (v. 8).
La Biblia no nos dice lo que Jesús escribió en la arena ese día, pero me gusta pensar que Él estaba dando a ella sus nuevas etiquetas. Cosas como:
  • Perdonada
  • Valorada
  • Amada
Él hace lo mismo en toda la Biblia.

En Génesis 17, Él cambia el nombre de Abram (padre noble) a Abraham (padre de muchos) y Sarai (princesa) a Sarah (madre de naciones).
  • En Génesis 21, Él cambia la etiqueta de Agar de invisible a vista.
  • En los Evangelios, tomó un manojo de don nadies y los convirtió en alguien con una misión de hacer temblar la tierra.
  • En Hechos, él quita la etiqueta de "enemigo de Dios" de Saulo y lo sustituye por "embajador de Cristo." Saulo se convirtió en Pablo para reflejar este cambio.
Dios ha reemplazado mis etiquetas, también.
  • Ya no estoy obsesionada por los chicos, ahora Dios es mi única obsesión.
  • No soy gordita, sino asombrosa y maravillosamente creada.
  • Dios ha usado esa etiqueta de payasa para darme la oportunidad de enseñarme Su Verdad.
  • No soy perfecta, pero por la gracia de Dios estoy creciendo en semejanza a Cristo.
  • Dios ha redimido el divorcio de mis padres y todas las cosas dolorosas para mi bien (Rom 8:28).
  • No soy una creadora de problemas , sino una pacificadora.
  • Sí, soy ruidosa. ¡Quiero proclamar la bondad de Dios y la fidelidad desde los tejados!
Él quiere reemplazar tus etiquetas, también. Él quiere darte una identidad tan profundamente arraigada en Él, que cuando la gente te mire, todo lo que vean sea Su obra en tu vida. ¿Vas a dejar que Él lo haga?
¿Cuáles etiquetas llevas? (Para averiguarlo, termina esta frase: "Cuando la gente me mira, todo lo que ven es ___________________.")
¿Cuál es un versículo de la Palabra de Dios, que sustituye la etiqueta?




NO SIGAS LAS CORRIENTES

FUENTE: INTERENT
Las Escrituras no solo nos pide que guardemos nuestros cuerpos hasta el matrimonio, sino también nuestros corazones. Dios quiere que sigamos a nuestro Salvador, en vez de «seguir nuestros corazones» y ser dominadas por nuestras emociones. 
En nuestra cultura, es normal que tengas relaciones sexuales con tu novio y que dejes que un chico te toque o te hable como solo un esposo debería hacerlo. Se espera que tengas experiencias sexuales antes de comprometerte con el matrimonio para siempre; pero Jesús nos llama a hacer algo más grande, nos llama a una vida santa, a una vida que no terminará con vacío e insatisfacción.
Hace poco descubrí a un hombre interesante en la Biblia llamado Demas. Él era amigo de Pablo y le acompañó un tiempo en sus viajes misioneros. Sin embargo, algo triste pasó. En 2 de Timoteo 4:10, mientras Pablo entrega el reporte a la iglesia, dice: «pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica». No conozco la historia de Demas, pero lo que sí sabemos es que creyó las mentiras y sentimientos huecos de su cultura.
Quizás Demas pensó que vivir de una manera diferente requería mucho esfuerzo o tal vez se cansó de ser «raro». Lo que es cierto, es que de alguna manera, Demas se enamoró del mundo. Y el problema de enamorarse del mundo es que en el momento que caes, la red que había debajo tuyo desaparece y quedas colgando. Así, las promesas de satisfacción y felicidad que van en contra de la ley de Cristo, al final, fracasan.
Así que, ¿cómo podemos vivir de manera diferente? ¿Cómo evitamos caer en lo «normal»? Tengo tres ideas.
  1. ¡Entiende lo que crees!

Es fácil enredarse en las cosas que todos hacen a nuestro alrededor y olvidar por qué creemos lo que creemos. ¿Cuáles son tus principios cuando se trata de modestia, música o películas? Pregúntate por qué. ¿Es porque «es lo que siempre hemos hecho»? Cuando no tenemos razones firmes y fundamentadas en la Biblia para lo que creemos, caer en los caminos del mundo puede ser extremadamente fácil. 
  1. Permanece en la Palabra de Dios

Cuando tenemos constantemente la verdad frente a nosotras, las mentiras del mundo no pueden entrar a nuestro corazón tan fácilmente. Es como poner un guardia en la puerta de nuestros corazones como protección contra las falsas creencias. Cuando estamos en comunicación diaria con nuestro Creador, podemos entender mejor su plan original para nuestras vidas, que está muy lejos de lo que el mundo piensa. 
Ora así y luego abre tu Biblia:
«Enséñame, oh Señor, el camino de tus estatutos, y los guardaré hasta el fin. Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón. Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ellas me deleito. Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta» Sal. 119: 33-36.
  1. Rodéate de personas que piensen como tú

«Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» (Ecl. 4:9-10).
Es importante que nos rodeemos de personas que siguen a Jesús, que viven de acuerdo al supremo llamamiento de la Biblia y no se guían por los caprichos mundanos, fluctuantes y emocionales. 
No debemos conformarnos. La muerte y la resurrección de Jesús nos dan una razón superior para vivir, una mucho más valiosa que sentimientos fugaces y esperanzas sin sentido. Podemos entregarnos completamente en servicio desinteresado y amor porque sabemos dónde está nuestra realización y de donde viene nuestra felicidad: de la Fuente que nunca se seca.


Libre al fin


Testimonio de Deborah F.

En mis años de adolescencia, empecé a ser esclava de la bulimia. Me gustaba la comida y la disfrutaba, pero no quería que esto alcanzara a notarse. Qué bien me sentí cuando descubrí una manera de comer todo lo que quisiera sin consecuencias—o eso pensé. Mi vida comenzó a girar más y más alrededor de atracones de comida. Yo decidía con quienes lo haría, lo que haría y cuándo lo haría, de acuerdo a mi creciente adicción.
Nadie sabía y mi felicidad dependía de que ellos no se dieran cuenta. Yo vivía para esos atracones de comida. En esos momentos yo podía vivir sin limitaciones—excepto, desde luego, por las glándulas inflamadas, relaciones tensas, las oportunidades desperdiciadas, y el eterno sentido de culpa y el miedo a ser descubierta. ¡Pero podía comer lo que fuera! Suena a locura, pero esta era la vida para mi, y yo la elegía una y otra vez, luchando por no “perder mi libertad.” Eventualmente, de todos modos, empecé a desear vida más allá de la comida. Así que decidí que pararía. Leí libros, conseguí empleos, elegí una universidad y me gradué de cursos cuyo propósito principal era aprender cómo ser libre de las cadenas de esta implacable adicción.
Y lo dejaba... por un día, una semana, aún meses, a veces. Pero la adicción nunca se iba. Cuando la vida se hizo muy difícil, me consolaba apartando un día para un atracón ininterrumpido. Cuando en ese día anticipado llegaba cualquier pariente o amigo no esperado, o alguna circunstancia no anticipada, yo me sentía como una bestia salvaje enjaulada. Sin importar lo mucho que tratara, lo único que lograba eran breves períodos de abstinencia. Mi mente y mi corazón estaban literalmente obsesionados por la comida.
Durante mis años universitarios, empecé a preocuparme por mi alma. Me sentía tan culpable. Yo sabía que Dios no se complacía con lo que yo estaba haciendo. Yo razonaba que aun si Él toleraba mis atracones y mis purgas, Él ciertamente odiaba mis mentiras; los robos y manipulaciones que venían como producto de esto. Y estas cosas eran esenciales, ya que mantener el secreto era la única forma que yo tenía de continuar pecando “en paz”. ¡Qué existencia tan miserable!
Después de completar la Universidad, mi esposo y yo comenzamos a asistir a una iglesia evangélica, y empezamos a leer la Biblia. Yo no tenía trabajo y Dios levantó una mujer, seguidora de Jesús, que me contrató para transcribir sus diarios personales. Mientras leía sobre sus propios fracasos y batallas con la auto-indulgencia, vi una diferencia inconfundible. Su felicidad se encontraba en Dios. Mi felicidad se encontraba en la comida. En el medio de la batalla, ella respondía abandonando su indulgencia pecaminosa como producto de su amor y deleite en Dios, que era mayor que su amor por su pecado. Mientras que yo, en medio de la lucha, me alejaba de Dios y de Sus caminos debido a mi mayor amor por la comida.
Lo único que podía hacer era clamar a Dios. Sentía que moriría si dejaba de practicar la bulimia permanentemente. Esto significaría abandonar todo lo que conocía y amaba hasta ahora acerca de mi vida (aunque también lo odiaba). Yo no podía hacer esto. Sabía que no podría.
Alrededor de ese tiempo vino un predicador invitado a nuestra Iglesia y compartió su testimonio de cómo el poder de Dios le había liberado del pecado de la glotonería. Y estoy segura que de los allí presentes, yo era la persona más atenta ese día, y cuando él dijo,"si tú quieres parar de pecar, memoriza la Escritura", y yo comencé inmediatamente. No funcionó de una manera mágica, de una manera instantánea como yo había esperado, pero yo me mantuve haciéndolo en total desesperación. Yo pasé hora tras hora, día tras día memorizando, leyendo, estudiando, meditando en las Escrituras. Yo continué clamando y pidiéndole a Dios su ayuda para ser libre.
Y mi deseo de libertad se incrementó aún más en la medida en que yo contemplaba más y más la hermosura de Cristo, y la paz y la felicidad que pertenecían a todos aquellos que caminaban con Él en libertad. Pero ese no era todavía mi privilegio. ¿Pudiera llegar a ser algún día? Yo me lo preguntaba y esperaba.
Un día en medio del estudio y de la meditación, uno de los primeros eslabones en la cadena de esclavitud se quebrantó. Por un largo tiempo había sabido que la palabra Evangelio significaba "buenas nuevas", era la frase usada para describir la obra de Cristo. Cristo había muerto por nuestros pecados. Por Su muerte Él me libertó de la pena del pecado. Esto era todo lo que yo sabía. Pero Su resurrección trajo nueva vida a todo aquél que era suyo.
Lo que yo descubrí en ese momento fue que Jesús era aquél que tenía poder de hacerme libre, y Él lo haría haciéndome totalmente nueva! Yo sabía por mi dura experiencia que yo nunca iba a poder enfrentar el poder de la bulimia, el poder que esta tenía sobre mí. Sabía que sería su esclava para siempre. Y mi única esperanza era la posibilidad de que la vieja yo muriera y fuera hecha nueva, y renaciera, como una nueva persona en Cristo.
Mientras yo respondía a Dios en fe, yo comencé a experimentar un nuevo deseo.
Antes de este tiempo, yo había querido ser libre para poder vivir sin obstáculos, pero por primera vez yo quise ser libre para poder amar a mi Dios y mi Salvador con todo mi corazón y con toda mi alma, de la manera que Él merece! Algo definitivamente había cambiado.
¿Acaso deje de practicar la bulimia desde este día en adelante? No, de hecho, yo traicioné a mi nuevo amo muchas veces. Pero aún algo era diferente acerca del proceso de fallar. Él se mantuvo siendo fiel a mí; me bendijo tan ricamente cada vez que yo estaba en Su presencia que comencé a amar Su presencia y quedaba cautivada Continuamente encontraba que estaba atracándome y purgándome cada vez menos frecuentemente, hasta que un día me di cuenta que no necesitaba practicarla nunca más. Ya era feliz sin ella.
Nunca pude imaginar que fuera posible, pero ¡la verdad me había liberado! ¡Jesús se había convertido en algo más importante, más satisfactorio y más deseable que la más dulce y más apetecible de todas las comidas!

Esto fue hace más de 15 años, y aun sigo libre. De hecho, soy más libre. ¿Alguna vez siento esos deseos viejos reaparecer dentro de mí? Sí. ¿Alguna vez pienso mucho en la comida? Algunas veces. Pero estoy experimentando la sublime gracia y el invisible poder de Dios quien me está rehaciendo cada día. Porque Él me ha hecho libre y aún estoy siendo libertada, sé que un día seré completa, total, y perfectamente hecha a Su imagen, sin ninguna distracción, sin ningún deseo de pecar, de manera que pueda servir, adorar y amarlo a Él para siempre!
No hay un día que pase que no me maraville de lo que Él ha hecho por mí. Yo le amo y corro detrás de Él y de sus caminos porque Él me ha hecho libre. Sí, el Evangelio son “Buenas Nuevas”. Es realmente el poder de Dios para salvación (libertad)! Y si, ahora tengo una nueva obsesión: ¡libertad para todos en Cristo! “Tu amor es mejor que la vida;
 por eso mis labios te alabarán…Mi alma quedará satisfecha
 como de un suculento banquete” (Salmos 63:3-5, NVI).
...Detener la práctica de la bulimia fue simplemente el inicio de toda una nueva vida, pero fue un importante comienzo. Fue a través de este tiempo que por primera vez comencé a creer en el poder de Dios que excede mi imaginación. Yo quiero compartir algunos pensamientos que han sido de ayuda para mí a través de este proceso de haber sido liberada de esta esclavitud.
Yo he empezado a creer que el patrón básico para el cambio es el mismo sin importar cuál sea el hábito o la adicción: dependencia de Dios, confiar en Su ayuda un día a la vez, tener el propósito firme de evitar aquellas cosas que detonan la situación, agregar rutinas que promueven la salud, y saturarnos de la Palabra de Dios. Mi batalla particular fue con la bulimia así que esta es mi referencia, pero creo que estos mismos principios pueden aplicarse a aquellos que están buscando libertad de otros hábitos destructivos y adicciones. Estas son las cosas que continuo practicando, buscando a Dios para obtener cada vez más libertad del gobierno de otras cosas o personas sobre el de Cristo.

Fuiste creada para
verdadera intimidad

Faltaban menos de tres semanas para el día de mi boda. Me era difícil esperar para finalmente casarme con el hombre a quien ya le había prometido mi vida y mi amor. Mis anhelos por el matrimonio, la intimidad y un compañero para toda la vida finalmente se habían vuelto realidad. Mientras los días se acercaban, mi amor por Zack crecía más profundamente. Anhelaba el momento en el cual sería verdaderamente suya. Anhelaba compartir todo lo mío con todo lo de él. No podía esperar para, finalmente, convertirnos en uno.
Ya sea que estés soltera o casada, probablemente has sentido ese mismo deseo profundo por compañía, unidad e intimidad. A lo mejor has sentido ese anhelo interior de ser completamente conocida, apreciada y profundamente amada por alguien más. Desde el momento en el que tus deseos sexuales se despertaron, quizá también has sentido un deseo intenso de plenitud y satisfacción sexual.
¿Qué pasaría si te dijera que tus deseos y anhelos sexuales en realidad tienen un inmenso significado espiritual? ¿Qué pasaría si te dijera que tu impulso sexual en realidad fue diseñado para guiarte hacia una relación espiritual más profunda? Quizá me mirarías como si estuviera loca, ¿verdad? Bueno, aunque suene así de loco (y estoy de acuerdo contigo en eso), esa es la realidad. 
Dios tenía un plan increíble y un propósito en mente cuando creó tu diseño sexual. Desde los primeros humanos (Adán y Eva) hasta ahora, la sexualidad no ha sido un acto de creación al azar. Fue una parte intencional e integral de la misión más grande de Dios. Todo lo que tiene que ver con tu diseño sexual (desde tu impulso sexual, anhelos internos, deseo por intimidad e inclinación hacia el matrimonio) te fueron dados por Dios para finalmente guiarte hacia Él.
La sexualidad fue diseñada para ser una metáfora terrenal de una realidad espiritual más grande.
Cuando Dios creó al primer hombre y a la primera mujer en Génesis 1 y 2, Él los creó como seres sexuales y los puso en una relación el uno con el otro. Luego, Él santificó su relación al unirlos como marido y mujer, comprometiéndolos de por vida en el pacto matrimonial. Esta sagrada relación no era una relación ordinaria, sino que fue diseñada para ser una unión permanente, una unión para toda la vida. Un pacto fue diseñado para ser más fuerte que un contrato o un acuerdo. Es una palabra poderosa que en esencia significa «una promesa que no puede ser rota.»
El matrimonio fue diseñado por Dios para ser una imagen terrenal de cómo debe lucir una promesa de amor permanente e inquebrantable. Después que el pacto fue establecido, Dios entonces (y sólo entonces) bendijo el primer matrimonio poniendo el íntimo acto sexual dentro de esta relación sagrada (Génesis 2:24-25). Dentro del pacto matrimonial, al esposo y a la esposa les fue dado, entonces, el acto más íntimo físicamente para disfrutarse mutuamente como una celebración de su unión de por vida.
Pero no sólo se quedó allí.
Como ya vimos, el matrimonio y el sexo fueron diseñados por Dios como representaciones físicas del increíble amor y compromiso que Él tiene por sus hijos.
Si miras con atención las Escrituras, podrás ver cómo esta bella imagen comienza a desarrollarse. Dios no es como cualquier otro dios, es el Dios que ama a su pueblo celosamente y permanentemente. Él es el Dios que hace promesas de pacto hacia su propio pueblo. Desde los tiempos de Noé, Abraham, Moisés y David, Dios hizo promesas de pacto a cada uno de estos hombres y a sus descendientes.
Él prometió amarlos sin importar lo que pasara.
Sin embargo, estas relaciones de pacto del Antiguo Testamento eran solamente figuras que apuntaban hacia la mayor promesa de pacto que vendría a través de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Dios ama a sus hijos de tal manera que Él envió a su Hijo a morir en nuestro lugar y nos ofrece una relación de pacto con Él, si aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal. Él nos ama tanto que está dispuesto a entrar en una relación permanente y eterna con nosotros que nunca podrá ser cortada.
Dios creó el matrimonio para ser una imagen terrenal del pacto de amor que Él tiene por sus hijos; pero eso no es todo. Falta lo más increíble. La intimidad sexual fue creada dentro del pacto para enseñarnos sobre la relación íntima y personal que Dios quiere tener con cada uno de sus hijos. Él no es un gobernante distante cuyo primer deseo es poder y lealtad. Él es un Dios íntimo que quiere conocer y amar a sus hijos como un Padre.
«Dios usa una palabra específica en el idioma hebreo en toda la Biblia para ayudarnos a entender su amor íntimo por nosotros. La palabra es yada. En hebreo, la palabra yada literalmente significa ‘conocer profundamente o íntimamente’. ‘La palabra yada aparece en el Antiguo Testamento más de 940 veces… y es usada frecuentemente para describir intimidad con Dios (la suya con nosotros y la nuestra con Él)’. Dios intencionalmente usa la palabra yada para ayudarnos a ver que Él desea un estado de conocimiento íntimo con nosotros. Él no quiere una relación casual o a nivel superficial. Esa no es la razón por las que nos creó. Él quiere yada con nosotros y que nosotros yada con Él. Dios nos creó para este propósito: conocerle y tener una relación profunda y satisfactoria con Él». 
Aquí está lo más extraordinario: la misma palabra hebrea, yada, que es usada para describir el profundo amor de Dios por su pueblo, es también la misma palabra hebrea que es utilizada para describir el acto sexual físico entre marido y mujer. Échale un vistazo a esto:
«Y el hombre conoció [yada] a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón con la ayuda del Señor». Gn. 4:1
«Y conoció [yada] Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc (…)». Gn. 4:17a.
El sexo es el acto más íntimo que cualquier ser humano puede compartir. Es por eso que Dios decidió intencionalmente describir el sexo dentro del matrimonio como yada; es decir, ser profundamente conocido. La misma palabra hebrea es intencionalmente usada por Dios para describir el mismo nivel de intimidad que Él desea tener con sus hijos. El sexo es una metáfora terrenal del amor íntimo de Dios. Mira estos versículos:
«Sabed [yada] que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado». Sal. 100:3
«Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido [yada] (...). Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe [yada] muy bien». Sal. 129:1,13,14
Así como un esposo y una esposa fueron creados para amarse y conocerse mutuamente al nivel más profundo posible, Dios nos ama con ese mismo poderoso amor. Él quiere conocernos. Quiere que le conozcamos. De hecho, nos diseñó para ser completamente conocidos y amados por Él. Dios nos creó para que encontráramos la máxima satisfacción en una relación de pacto con Él mismo.
Aunque el matrimonio y el sexo son increíbles, estas metáforas físicas no son lo principal. Fueron creadas por Dios para darnos una imagen terrenal de cómo luce su amor poderoso e íntimo hacia nosotros. El matrimonio y el sexo nunca tuvieron como principal propósito satisfacernos. Fueron diseñados para apuntarnos hacia arriba, hacia el Único que puede satisfacer nuestras almas completamente. En lugar de atascarnos en estas metáforas terrenales, necesitamos mirar más allá de estos dones físicos y permitirles que nos apunten hacia el Dios que los creó.
Chica, fuiste creada para una verdadera intimidad. Ya sea que estés soltera o casada, tus deseos sexuales no fueron creados para ser la verdadera fuente de realización en tu vida. Tus deseos sexuales fueron diseñados para dirigirte hacia la única relación que verdaderamente satisface tu alma. Tú fuiste creada por un Dios increíble que te ama y quiere estar en una relación íntima de pacto contigo. Él quiere conocerte (yada) y amarte de la manera más profunda y plena que ningún ser humano alcanzaría a demostrar.
Su amor de pacto es lo que nuestras almas verdaderamente necesitan.
Mientras hoy experimentas anhelos y deseos sexuales en tu vida, oro para que estos te recuerden que fuiste hecha para algo más grande, para Alguien más grande. Que tus anhelos sexuales sean un recordatorio constante que no fuiste creada para estar sola, sino para encontrar satisfacción en una relación íntima con el Dios que te creó.
Solo cuando tu alma encuentra reposo en el amor de tu Salvador, serás capaz de disfrutar y apreciar los regalos terrenales del matrimonio y del sexo como Dios lo diseñó. Solo entonces, estas maravillosas bendiciones físicas se convertirán en una celebración genuina para lo cual Dios las creó.
¡Me encantaría escuchar de ustedes, acá abajo!
  • ¿Cómo la palabra yada cambió tu perspectiva del sexo y de Dios?